Un Blog de Elizabeth Conte Chassin-Trubert

miércoles, 24 de agosto de 2011

EL GOLEM.



El GOLEM




Max Beckmann, pintor alemán (1884 -1950) - Sinagoga








Si (como el griego afirma en el Cratilo) 
El nombre es arquetipo de la cosa, 
En las letras de rosa está la rosa 
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.

Y, hecho de consonantes y vocales, 
Habrá un terrible Nombre, que la esencia 
Cifre de Dios y que la Omnipotencia 
Guarde en letras y sílabas cabales.

Adán y las estrellas lo supieron 
En el Jardín. La herrumbre del pecado 
(Dicen los cabalistas) lo ha borrado 
Y las generaciones lo perdieron.

Los artificios y el candor del hombre 
No tienen fin. Sabemos que hubo un día 
En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre 
En las vigilias de la judería.

No a la manera de otras que una vaga 
Sombra insinúan en la vaga historia, 
Aún está verde y viva la memoria 
De Judá León, que era rabino en Praga.

Sediento de saber lo que Dios sabe, 
Judá León se dio a permutaciones 
De letras y a complejas variaciones 
Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,

La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio, 
Sobre un muñeco que con torpes manos 
Labró, para enseñarle los arcanos 
De las Letras, del Tiempo y del Espacio.

El simulacro alzó los soñolientos 
Párpados y vio formas y colores 
Que no entendió, perdidos en rumores 
Y ensayó temerosos movimientos.

Gradualmente se vio (como nosotros) 
Aprisionado en esta red sonora 
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora, 
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.

(El cabalista que ofició de numen 
A la vasta criatura apodó Golem; 
Estas verdades las refiere Scholem 
En un docto lugar de su volumen.)

El rabí le explicaba el universo 
"Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga." 
Y logró, al cabo de años, que el perverso 
Barriera bien o mal la sinagoga.

Tal vez hubo un error en la grafía 
O en la articulación del Sacro Nombre; 
A pesar de tan alta hechicería, 
No aprendió a hablar el aprendiz de hombre,

Sus ojos, menos de hombre que de perro 
Y harto menos de perro que de cosa, 
Seguían al rabí por la dudosa 
Penumbra de las piezas del encierro.

Algo anormal y tosco hubo en el Golem, 
Ya que a su paso el gato del rabino 
Se escondía. (Ese gato no está en Scholem 
Pero, a través del tiempo, lo adivino.)

Elevando a su Dios manos filiales, 
Las devociones de su Dios copiaba 
O, estúpido y sonriente, se ahuecaba 
En cóncavas zalemas orientales.

El rabí lo miraba con ternura 
Y con algún horror. ¿Cómo (se dijo) 
Pude engendrar este penoso hijo 
Y la inacción dejé, que es la cordura?

¿Por qué di en agregar a la infinita 
Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana 
Madeja que en lo eterno se devana, 
Di otra causa, otro efecto y otra cuita?

En la hora de angustia y de luz vaga, 
En su Golem los ojos detenía. 
¿Quién nos dirá las cosas que sentía 
Dios, al mirar a su rabino en Praga?



Jorge Luis Borges



De: EL OTRO EL MISMO  (1964)




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